En todos los altibajos, Max permaneció fiel a su lado, su vínculo era inquebrantable. Disfrutaban de la compañía del otro, apreciaban cada momento compartido y creaban un lenguaje tácito que sólo los verdaderos amigos podían entender.
La lealtad inquebrantable y el espíritu juguetón de Max hicieron que cada experiencia fuera más brillante, cada desafío más fácil y cada día más aventurero. Juntos, pintaron un cuadro de amistad que trascendía las palabras, donde un movimiento de cola o una mirada cómplice transmitían grandes cantidades de amor y confianza.