Talismán de Carlomagno; un valioso y precioso colgante del siglo IX d.C., en oro filigranado, un zafiro ovalado tallado en cabujón, a través del cual se ve una reliquia y con 53 piedras preciosas entre perlas, granates, amatistas y esmeraldas, no es una joya cualquiera sino un Talismán. de Carlomagno, que le regaló el califa de Bagdad Harun al-Rashid (m. 809 d. C.), que llevó siempre en el pecho y con el que quiso ser enterrado.
En el año 1000 d. C., Otón III (980-1002 d. C.), emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, abrió la tumba y tomó posesión del talismán.
Luego, durante siglos, permaneció en la catedral de Aquisgrán hasta que, en 1804, el obispo lo donó a Josephine Beauarnhais, esposa de Napoleón I.
Josefina, a su muerte, se lo dejó a su hija Ortensia quien se lo regaló a su hijo Napoleón III, cuya esposa Eugenia lo conservó, donándolo finalmente a la Catedral de Reims donde todavía se exhibe en el Palacio Tau, Francia.